Viaje a la cultura de los hielos: Thule

RAMÓN LARRAMENDI

Acabo de regresar de los hielos de Thule. Es la región habitada más al norte del planeta, en el suroeste de Groenlandia. No ha sido un viaje cualquiera. Ha sido un nuevo reencuentro con la cultura inuit más ancestral, organizado por la compañía de la empresa San Miguel y la Sociedad Geográfica Española, que querían conocer los fundamentos de mi proyecto Inuit Climate Patrol (la ‘patrulla inuit del clima’).  Cinco cazadores del Ártico han sido nuestros anfitriones y guías.

Para mí, siempre es fascinante recorrer esos territorios de hielo en los que todavía hoy es posible encontrarse con algún cazador tradicional, con sus trineos de perros y su conocimiento único del territorio, una sabiduría acumulada durante siglos y generaciones en el entorno más hostil del planeta. Precisamente, con la  Inuit Climate Patrol pretendo ayudar en la preservación de esa cultura que desaparece. Se trata de crear una patrulla, con esos mismos trineos de perros, para expediciones en las que participen científicos de todo el mundo y los inuit cuyo objetivo sea recorrer las zonas más inexploradas el norte y comprobar qué es lo que está pasando con el cambio climático, pero a la vez, que permita a este pueblo conservar una forma de vida tradicional que desaparece por causas ajenas, pero que no lo no es conocida ni valorada.

En este viaje de unos 10 días, pudimos comprobar que el invierno ha dejado mucho más hielo que, según nuestros compañeros,   se había visto en los últimos 10 años, tanto que no pudimos hacer el recorrido en kayak que pensábamos por la costa. El frío también ha sido importante para ser primavera: pasamos cinco días sobre el glaciar del noroeste con unos menos 20ºC.

Nuestro punto de partida fue en los alrededores de Siorapaluk, el enclave habitado más al norte del mundo, donde viven unas 600 personas. Sólo un vuelo semanal de apenas 20 plazas les conecta con el resto de la humanidad. Es curioso cómo ha cambiado la vida con el cambio climático en pocos años. Si antes los

De allí partimos juntos hacia el glaciar con cinco trineos de perros: algunos de los últimos cazadores inuit, cinco personas de San Miguel, el fotógrafo Javier Selva y yo mismo. Entre los cazadores, Paulus Simigak, el inuit que conocí en la expedición Circumpolar de 1990-93 y que tanto me ayudó a conocer a su pueblo. Él, como los otros cuatro, forman parte de la última generación que vivía de cazar bueyes almizcleros, focas, caribús, narvales y hasta algún oso polar.

Hoy, y es uno de los efectos del cambio climático, se están convirtiendo en pescadores, pues con las temperaturas más altas en el Mar Ártico están llegando hasta sus costas peces, como el fletán o halibut, que hasta entones no se acercaba a la región. Desde Siorapaluk lo envían a Qaanaaq, la capital de Thule, donde hay una fábrica de procesamiento  de pescado.

Ya de vuelta a España, sólo me queda agradecer a la compañía San Miguel y a la Sociedad Geográfica Española, su colaboración y apoyo en este viaje que servirá, sin duda, para poner en valor una cultura que nos enriquece como humanidad y que no podemos permitirnos perder si realmente queremos comprender qué está cambiando en  los  territorios polares.


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